Ampliando el horizonte de los problemas filosóficos, sugiriendo que la filosofía es el arte de crear conceptos, como lo pensaba Gilles Deleuze, la Filosofía Francesa Contemporánea, develada a sí misma como una Filosofía de la Diferencia, remueve el interés de la época contemporánea por el Nihilismo, la Fenomenología, el Estructuralismo y el Psicoanálisis. Partiendo de la sospecha como gesto filosófico, Michel Foucault se inscribe en esta emergencia como uno de los máximos exponentes de esta escuela filosófica. Su Filosofía, plural, nómada, se instaló siempre en las márgenes del discurso, en el afuera del pensamiento. Preocupado por una ontología de lo impensado, por los mecanismos sombríos y las determinaciones sin rostro que configuran las otras máscaras de la modernidad, obsesionado con el descentramiento y el desvanecimiento de eso a lo que llamamos sujeto, su filosofía siempre atenta a recuperar lo indecible y lo innombrable, brotó solitaria como una lejana potencia discontinua que hace hablar a Nietzsche y a Klosowski.
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